Desconoce que haya contagios entre los socios del Centro Gallego de Londres

Nicolás Miño: “Lo peor es no poder viajar a Galicia en el caso de que el virus afecte a un familiar, y al contrario”

Reino Unido fue de los países más tardíos en obligar al confinamiento por la crisis del coronavirus. Las islas británicas acogen a casi 112.000 españoles, de los cuales 13.057 son gallegos, residentes en Londres. El presidente del Centro Gallego en la capital británica, Nicolás Miño, apunta que lo peor de la situación es “no poder viajar a Galicia en el caso de que el virus afecte a un familiar”.

Nicolás Miño: “Lo peor es no poder viajar a Galicia en el caso de que el virus afecte a un familiar, y al contrario”
Nicolás Miño.Centro Galego de Londres
Nicolás Miño, presidente del Centro Gallego de Londres.

Reino Unido fue de los países más tardíos en obligar al confinamiento por la crisis del coronavirus. El ‘premier’ británico, que se resistió en un primer momento a decretar medidas restrictivas que afectaran a la población, tuvo que dar su brazo torcer a finales del pasado mes de marzo y obligar a cerrar todas las actividades, excepto aquellas consideradas estrictamente necesarias, como acudir al trabajo siempre que no haya más remedio, hacer la compra, acudir al médico o asistir a personas vulnerables. 

Sin embargo, y pese a que también se limita la libre circulación de las personas, al contrario de lo que ocurre en Italia o España, los británicos sí pueden salir a la calle a pasear o hacer ejercicio una vez al día. Y todo parece indicar que nadie se salta la norma. “No hay control, pero la gente hace lo que tiene que hacer”, asegura a ‘Galicia en el Mundo’ el presidente del Centro Gallego de Londres, Nicolás Miño.

Residente en la capital británica desde hace más de 50 años, Miño forma parte de los 13.057 gallegos que actualmente viven afincados en las islas británicas que, en su conjunto, acogen en su territorio a casi 112.000 españoles emigrados, según el censo del pasado mes de enero.

Como ocurre con el resto de instalaciones y establecimientos del país, el Centro Gallego de Londres, capital donde reside la mayoría de los gallegos en Reino Unido, permanece cerrado desde hace tiempo, aunque a disposición de los socios por si se produjese cualquier necesidad urgente. Ninguno de ellos se encuentra afectado por el coronavirus, al menos que tenga conocimiento el presidente de la entidad, quien asegura que mantiene contacto constante con ellos, ya que son como una gran familia integrada por mayores, pero también por muchos jóvenes, que acuden con frecuencia a la sociedad para seguir afianzando en la capital británica las costumbres de su Galicia natal o de origen.

El problema lo ve Miño en la distancia, ya que “lo peor es no poder viajar a Galicia” en el caso de que el virus afecte de manera directa a un familiar. “Si fallece un ser querido no podemos ir y ese es nuestro gran pesar”, comenta. En ese sentido, se produce un desconcierto y surge la “incertidumbre” ante lo que pueda pasar, porque en caso de afectación “no podrías atender a su familia en Galicia o al contrario”, si de da el supuesto de que los perjudicados sean los gallegos en Reino Unido.

Miño define la situación que se está viviendo a nivel mundial como “una pesadilla”, que nadie previó y que “pilló a todos de sorpresa”. Por eso, “hubo fallos, se actuó tarde” e incluso “falló el primer ministro por no ver lo que pasaba en España e Italia y pensar que a nosotros no nos iba a tocar”.

Lo peor es que el sistema sanitario en Reino Unido, público y gratuito, está en crisis desde hace tiempo. “Viene arrastrando problemas desde hace ocho o diez años”, asegura Miño, y la pandemia agudiza más “la falta de recursos” que viene sufriendo la sanidad. Los hospitales adolecen del material necesario para atender a los pacientes aquejados por el coronavirus y eso no deja de ser un problema en una situación tan crítica como la que se cierne en este 2020 sobre la población en general y que amenaza de manera intensa a los mayores.

Ante tamaña situación, los ciudadanos buscan protegerse y burlar a la enfermedad como pueden, quedándose en casa y extremando las precauciones. Y es que, según Miño, cada uno “hace lo que puede” en este contexto que, si cabe, pone de manifiesto de un modo todavía más palmario la vulnerabilidad del ser humano.