Presidente del Centro Español Apóstol Santiago, lleva 40 años en Vaduz, pero se siente “muy español”

Manuel Figueroa: “Mi idea, cuando me jubile, es pasar seis meses en Galicia y seis en Liechtenstein”

La visita este fin de semana a Liechtenstein del secretario xeral de Emigración de la Xunta, Antonio Rodríguez Miranda, con motivo del 40º aniversario de la fundación del Centro Español Apóstol Santiago en la capital, Vaduz, constituye un especial atractivo para una celebración, el cumpleaños del centro, que suele concentrar cada año en su día grande a más de 500 personas residentes en ese pequeño pero avanzado país centroeuropeo.
Manuel Figueroa: “Mi idea, cuando me jubile, es pasar seis meses en Galicia y seis en Liechtenstein”
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Manuel Figueroa posa con la placa que le entregó Antonio Rodríguez Miranda y junto a otras autoridades.

La visita este fin de semana a Liechtenstein del secretario xeral de Emigración de la Xunta, Antonio Rodríguez Miranda, con motivo del 40º aniversario de la fundación del Centro Español Apóstol Santiago en la capital, Vaduz, constituye un especial atractivo para una celebración, el cumpleaños del centro, que suele concentrar cada año en su día grande a más de 500 personas residentes en ese pequeño pero avanzado país centroeuropeo, ubicado entre Austria y Suiza, que goza de un alto nivel de vida, debido a la fuerte actividad industrial que desarrolla, sobre todo en los sectores textil, de enlatado y en la construcción.

Con una población de 40.000 habitantes, actualmente residen en ese principado unos 400 españoles emigrados, de los cuales, alrededor del 95% o 98% proceden del noroeste de la Península Ibérica, según confirmó a ‘Galicia en el Mundo’ Manuel Figueroa, presidente de la entidad. 

El suyo es un claro ejemplo. Manuel nació en Ozón, parroquia de San Martiño (Muxía) en 1961. Apenas cumplidos los 18 años se desplazó a Vaduz, donde ya residían su hermana y su cuñado, y, en esa capital europea, donde lleva instalado casi 40 años, se desarrolló personal y laboralmente. Durante más de una década trabajó en una fábrica textil y, posteriormente, en una de enlatado, donde espera jubilarse cuando le llegue el momento, aproximadamente en tres años. Entonces, junto a su mujer, Lola, natural de Cerceda, tiene previsto “pasar seis meses en Galicia y seis en Liechtenstein”, donde formó una familia y donde prevé que permanezcan sus hijos, ya que se trata de un país “muy avanzado” reconoce, y donde parece muy fácil encontrar trabajo. Al menos esa fue su experiencia, ya que, en 40 años en el país, siempre tuvo un empleo.

Más de un tercio de la población de Liechtenstein es extranjera, asegura Manuel, y al país están llegando muchos emigrantes procedentes de los países del Este, como Hungría o Rumanía. Durante la época de crisis, también se desplazaron al Principado jóvenes españoles con preparación universitaria dispuestos a abrirse camino laboral en ese país de centro Europa, pero “no fueron muchos” y los trabajos que les tocaron hacer no estaban a su altura. La mayoría “no trabajaron en su profesión”, confiesa Manuel, quien alude una vez más al alto nivel económico de que goza el país, donde la vida transcurre con bastante comodidad. “Liechtenstein está a la altura de Noruega, Suecia o Suiza en cuanto a renta per cápita, y los impuestos son muy bajos”, dice, y añade: “Hay mucho banco” en Vaduz. La sanidad es privada –“hay que pagar una cuota de 400 euros al mes por la sanidad”, asegura–, pero para la educación existen las dos opciones: pública y privada, informa.

Después de 40 años fuera de su tierra, Manuel tiene muy presente a España –“Me siento muy español”, dice– y se desplaza todos los veranos a Galicia, donde tiene familia y algunas propiedades, en Cee y Fisterra. En Semana Santa, siempre que puede, pasa una temporada en el Mediterráneo, al abrigo del sol, tan necesario a cualquier edad y tan preciado por aquellos que residen en zonas húmedas y frías.

Traslado de sede

Como presidente del Centro Español Apóstol Santiago, Manuel afronta en estos momentos un reto importante: el desalojo del local en el que venían ejerciendo su actividad y buscar otro en el que asentarse, asunto éste que iba a abordar con el secretario xeral de Emigración durante esta visita. Después de años disfrutando de un lugar cedido gratis por el ayuntamiento, a los gallegos en Vaduz les llegó la hora de abandonarlo y de buscar una alternativa que se adapte a sus posibilidades.

Los 200 socios con que cuenta la entidad asociativa se hacen insuficientes para pagar la cuota de alquiler del nuevo inmueble, por lo que demandan la ayuda económica de las administraciones españolas para poder mantener la actividad en la asociación. De momento, ya cuentan con el compromiso de la Embajada de España en Berna (a la que están adscritos), que aportará hasta el 30% del coste alquiler, y espera poder contar también con la ayuda que les proporcione la Xunta de Galicia por este concepto.

“El año que viene hay que marcharse”, dice Manuel, quien reconoce que hasta ahora fueron unos “privilegiados” por poder contar con una sede municipal en la que no tenían que pagar nada por el local. Pero ahora hay que afrontar el reto y es por eso que, después de 20 años como presidente, Manuel Figueroa para nada se plantea “abandonar el barco”; todo lo contrario, dice, porque plantearse dejar la presidencia en estos momentos “sería de cobardes”. Además, como buen español que se considera, su meta, una vez se jubile y vuelva a Galicia es dejar en el Centro “una bandera gallega y una española juntas”.