Su tarea estuvo orientada a promover acciones sociales, culturales y lúdicas para los residentes en el exterior

Amarelo de Castro, el impulsor de los programas que vinculan a la diáspora con Galicia

Tomar conciencia de la ‘galeguidade’ lleva implícito atender a sus necesidades y entre las más perentorias figuran aquellas que tienen que ver con la subsistencia. Miles de gallegos que en su día dejaron su tierra vieron fracasar sus proyectos de vida. Privados de asistencia sanitaria y sin apenas recursos económicos, la política de reconocimiento por sus aportaciones a la Galicia territorial en otro tiempo les llegó a partir de la década de los 90, con Manuel Fraga y Fernando Amarelo de Castro.

Amarelo de Castro, el impulsor de los programas que vinculan a la diáspora con Galicia
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Amarelo de Castro habla con Manuel Fraga durante la celebración de uno de los Días da Galicia Exterior.

Tomar conciencia de la ‘galeguidade’ lleva implícito atender a sus necesidades y entre las más perentorias figuran aquellas que tienen que ver con la subsistencia. Miles de gallegos que en su día dejaron su tierra para labrarse un futuro más prometedor allende los mares vieron fracasar sus proyectos de vida a unas edades y en unas circunstancias en las que ni siquiera el retorno constituía una alternativa viable. Privados de asistencia sanitaria y sin apenas recursos económicos para sobrevivir, la política de reconocimiento por sus aportaciones a la Galicia territorial en otro tiempo les llegó a partir de la década de los 90, con Manuel Fraga al frente de la Xunta y con Fernando Amarelo de Castro como secretario xeral para as Relacións coas Comunidades Galegas.

Con un departamento en la Xunta destinado a mantener los vínculos entre los gallegos del interior y los del exterior, las demandas de tipo social y asistencial del colectivo en países como Argentina, Brasil, Venezuela o Cuba se vieron en parte satisfechas gracias a la implementación de programas de ayuda destinados a paliar sus carencias. De su puesta en funcionamiento se encargó con celo Amarelo de Castro, por deseo expreso del presidente Fraga, y durante los años que permaneció en el puesto viajó por los países de acogida para detectar los problemas más acuciantes de la diáspora y contribuir a subsanarlos.

Destinadas principalmente a los gallegos residentes en Iberoamérica aquejados de enfermedad o imposibilitados para trabajar, entre las ayudas sociales y asistenciales que se pusieron en marcha desde la Xunta atendiendo a esas necesidades destacan especialmente las individuales, que consistían en la concesión de una prestación económica directa, individual, extraordinaria y no periódica a personas que, no estando en edad de jubilación, fueran inválidos o enfermos permanentes o atravesaran por una situación de infortunio familiar grave. Así mismo, se verían beneficiados aquellos gallegos mayores de 65 años pertenecientes a la colectividad con residencia en países que estuvieran atravesando graves crisis económicas.

En los doce años que Amarelo estuvo al frente del departamento de emigración de la Xunta se llegó a contabilizar la concesión de ayudas individuales a 15.000 personas, para lo que se dispuso una cuantía de casi 600 millones de pesetas (más de 3,6 millones de euros).

Dentro de este apartado de ayudas sociales y asistenciales destacan también las destinadas a las entidades gallegas que, entre 1990 y el año 2001, beneficiaron a centros como los hogares de ancianos de Buenos Aires y Montevideo, el Centro Gallego de Buenos Aires y la Casa de Galicia de Montevideo para atender a los colectivos más desfavorecidos. En total, 201 ayudas se concedieron en este periodo para este fin por importe de 233 millones de pesetas (1,4 millones de euros).

Otras modalidades de ayuda de tipo social incluían los programas ‘Reencontros’ y ‘Vacacións para lembrar’. Destinado el primero a los emigrantes en Iberoamérica para que pudieran visitar su lugar de origen, desde 1990 y hasta 2001 ­–fecha que coincide con el tiempo de Amarelo como cargo político– un total de 8.500 personas habrían visitado la región que los vio nacer gracias a una iniciativa pensada para los mayores de 60 años, con escasos recursos económicos y con más de 20 años de residencia fuera de la comunidad autónoma.

Por lo que respecta a ‘Vacacións para lembrar’, el programa estaba destinado a los emigrantes repartidos por distintas comunidades autónomas españolas y Europa y el número de beneficiarios en algo más de una década ascendió a 1.850 personas.

El apartado de asistencia social se completaba con los cursos de terapia ocupacional, que alcanzaron el centenar entre 1990 y 2001 y beneficiaron a 3.197 personas. Talleres de artesanía, moldeado, pintura y barro, entre otros, ayudaron a personas de la tercera edad y de origen gallego a desarrollar sus capacidades y aptitudes con finalidad terapéutica.

La asistencia social y asistencial, con ser un apartado de vital importancia por su componente humanitario, estaba lejos de colmar las pretensiones del Gobierno gallego respecto a la vinculación de los residentes en el exterior con su lugar de origen. Es por eso que a todas las partidas económicas destinadas desde 1990 a este fin hay que sumar las orientadas a promover planes formativos entre la colectividad, impulsar acciones culturales, acercar a los jóvenes a la tierra de sus antepasados y rehabilitar las entidades erigidas por las distintas comunidades de la diáspora para continuar con la vida asociativa.

Teniendo en cuenta la importancia de la formación para el desarrollo personal y la evolución de la sociedad, la Secretaría Xeral para as Relacións coas Comunidades Galegas puso también en funcionamiento una serie de planes de actuación que comenzaron con la concesión de ayudas a estudiantes universitarios residentes en el extranjero y sus descendientes.

El objetivo consistía en favorecer la realización de estudios universitarios de primer y segundo ciclo en las facultades y escuelas técnicas medias y superiores de Galicia. Como requisito para beneficiarse de estas becas, se exigía a los solicitantes no haber acabado su primera carrera y presentar especiales aptitudes para el estudio, así como carecer de recursos económicos suficientes para costearse los estudios.

Otras de las modalidades de este plan formativo que se pusieron en marcha en la etapa de Amarelo fueron los cursos de especialización en teatro, danza, baile folclórico, música tradicional, técnicas de percusión, pandereta y canto, además de técnicas deportivas, de animación juvenil y de confección de la gaita.

La formación ocupacional y empresarial también se comenzó a fomentar en este periodo en el que, como era de esperar, se impartieron cursos de lengua, literatura, historia y cultura de Galicia.

En el apartado de acciones culturales, tomaron forma los concursos de artículos periodísticos, cuentos, videos, pintura y dibujo, entre otros, y se concedieron ayudas para realizar actividades de carácter asociativo, dotaciones para bibliotecas y para cursos de danza, música y confección de trajes regionales.

El objetivo en este área consistía en procurar la reafirmación de la identidad de los gallegos en el exterior y de sus descendientes y el fortalecimiento de sus raíces a través de la realización de este tipo de actividades.

Para contribuir a sostener y mejorar la difusión de la cultura gallega, el departamento de emigración de la Xunta contempló la puesta en marcha de un programa de acción informativa, a través de prensa diaria y periódica, programas de radio y televisión y revistas de carácter general y específicas de la emigración.

Los jóvenes descendientes de gallegos también fueron objeto de atención de las políticas migratorias de la Xunta durante la etapa de Fernando Amarelo al frente del departamento de emigración y, para ellos, se pusieron en marcha actuaciones que incluyeron la realización de cursos de animación, campamentos de verano y dotaciones para equipamientos deportivos en los centros. Así, desde 1990, más de 4.000 jóvenes tuvieron la oportunidad de disfrutar durante una década de un tiempo de estancia en Galicia para conocer la tierra de sus progenitores.

La rehabilitación de las sedes levantadas por los gallegos del exterior fue otra de las medidas que se pusieron en práctica en este periodo. La Secretaría Xeral invirtió en rehabilitar los centros gallegos, en algo más de una década, más de 2.200 millones de pesetas (13,2 millones de euros), mientras que la cantidad invertida para dotarlos de equipamientos se elevó a los 517 millones de pesetas (3,1 millones de euros).