Castelao, adiós por una maldita frase

Castelao, adiós por una maldita frase

La frase no la inventó él. La frase viene de antiguo y sólo se le podría ocurrir a alguien versado en leyes. La frase es hiriente, malévola, zafia. A la frase se le pueden atribuir los peores calificativos y nos quedaríamos cortos. Y a él, un hombre correcto donde los haya, se le ocurrió soltarla un fatídico día de la pasada semana, mientras se celebraba en Santiago de Compostela el Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, del que acabaría siendo elegido nuevamente presidente. Castelao Bragaña soltó la frase como sólo a un hombre de su tiempo, y de sus años, se le podría ocurrir: sin medir las consecuencias. Tal vez porque en otros tiempos, cuando la comunicación era menos global y las ocurrencias tenían menor repercusión, la frase, como otras muchas, se soltaba con total impunidad.

No es Castelao un hombre dado a faltar a las mujeres. Las veces que, por motivos laborales, lo he tenido cerca, se ha mostrado siempre correcto, amable, cordial, educado, sensible. Nunca me pareció Castelao un hombre que pudiera disfrutar insultando y faltándonos al respeto. Por eso le creo a pies juntillas cuando dice que se arrepiente.

Pero en política los hechos son los hechos y las pruebas están ahí. Y a este hombre tan correcto con las mujeres no le ha quedado más alternativa que asumir su desliz. Y lo ha hecho como no podía ser de otra manera en él: dimitiendo de su nuevo cargo con caballerosidad y reconociendo su error. Intuyo cómo se debe de sentir estos días Castelao. Me bastaron alguna entrevista y alguna que otra aproximación para tomarle declaraciones para saber de su sentido de la ética.

Y cómo no perdonar a un hombre que asegura, después de asumir su error, que “si pudiera hacer alguna penitencia para borrar” lo que hizo, “lo haría”. La mejor muestra de perdón es el olvido y los que, aunque poco, lo conocemos o lo hemos tratado, sabemos que Castelao se merece que nos olvidemos para siempre de su desafortunada frase.