Pintor y crítico de arte, de 95 años y de origen andaluz, habla con ‘Magazine Español’

Antonio Granados Valdés: Libertad para España

Vivir 95 años es una proeza y más si la persona se vale por sí misma. Éste es el caso de Antonio Granados Valdés, pintor y crítico de arte, de origen andaluz, a quien visité una mañana en su apartamento en Madrid. Granados vivió 23 años en Venezuela, está contento de recibirme, de hablar con una venezolana. Me pregunta por el país, como si él no estuviese al día con las noticias.
Antonio Granados Valdés: Libertad para España
La cronista, Laura S. Leret, y Antonio Granados Vladés, en el Café Gijón de Madrid.

Vivir 95 años es una proeza y más si la persona se vale por sí misma. Éste es el caso de Antonio Granados Valdés, pintor y crítico de arte, de origen andaluz, a quien visité una mañana en su apartamento en Madrid. Granados vivió 23 años en Venezuela, está contento de recibirme, de hablar con una venezolana. Me pregunta por el país, como si él no estuviese al día con las noticias.
Es un hombre alto, de grandes lentes y lleva una melena canosa. Me muestra sus últimos dibujos, una colección de animales, un zoológico extravagante, como el que estoy viendo en este instante: una elefanta sentada en sus extremidades, con collar, brazaletes y una flor en la cabeza.
Granados Valdés fue profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y director de su División de Extensión Cultural entre 1957 y 1978. Durante este período escribió la primera guía sobre las obras de arte de la Ciudad Universitaria de Caracas.
Antes de exiliarse en Venezuela fue asiduo participante de las tertulias artísticas y literarias del gran Café Gijón en Madrid, a las que se reintegró al regresar a España en 1978. Fue contertulio de eminentes escritores y pintores como lo relata en su libro ‘De Gijón al Café Gijón’, Madrid 1949-2001.
Antonio Granados publicó, entre los años 2000 y 2004, dos libros testimoniales, sobre los años de la Guerra Civil, posguerra y exilio en Venezuela.
Su libro ‘Autobiografía de alguien poco importante’ (2000) nos relata las vivencias del joven de 18 años que hiciera el servicio militar en el Cuerpo de Regulares de Ceuta en el norte de África. Su primo el teniente de Regulares Tomás de Prada Granados, a quien dedica este libro, era el jefe de seguridad en dicha ciudad en julio de 1936.
El teniente Prada Granados sospechó de la conspiración que preparaban los militares para derrocar el gobierno de la República. La última conversación que mantuvo Granados con su primo, fue sobre la solicitud, que éste hizo al jefe del gobierno, Casares Quiroga, para detener a los conspiradores ‘in fraganti’, pero Casares Quiroga no la autorizó por considerarla “innecesaria”.
Corría el 17 de julio, Antonio Granados Valdés hacía una guardia en la radio militar cuando se enteró del levantamiento militar. No lo supo hasta un mes después, su primo Tomás fue llevado al Castillo del Hacho, frente a una muralla, dos compañeros capitanes le dispararon en la nuca.
Otros oficiales adeptos a la República son rápidamente identificados, presos y fusilados. Sus mandos son relevados por oficiales golpistas. Salvo contadas excepciones la tropa se remite a obedecer las órdenes de los sublevados. Se impuso el terror para contener cualquier acción de respuesta militar ante la sublevación. Nos relata Granados: “(…) una mañana en el Hospital O’Donell (…) fui allí llamado por mi compañero Muñiz, quien había descubierto durante su servicio en el hospital lo que según me decía, era para él, una monstruosidad. Lo que Antonio Muñiz quería era que viera varios cuerpos apilados unos sobre otros, en dos montones, ensangrentados, algunos ya muertos y otros a punto de morir. Tenían los rostros desfigurados y algunos los ojos abiertos. No se podía saber el grado militar porque de los desgarrados uniformes habían sido arrancadas las estrellas y demás distintivos. Pero por la hechura y calidad del tejido se colegía que eran tenientes y capitanes.” (p. 54).
Antonio Granados corría peligro, pertenecía a un cuerpo militar adepto al gobierno, quiso refugiarse en Tánger sin conseguirlo. Permaneció en contacto con efectivos del Batallón de Infantería Núm. 8, quienes le manifestaron estar preparando una operación militar en contra del golpe de Estado.
Los implicados en la organización del complot del batallón fueron apresados. Antonio Granados fue delatado. Llevado a una celda, recibió golpes hasta perder el conocimiento. Por las noches la falange entraba en las celdas y sacaba a los presos para ser asesinados, entre ellos a varios jóvenes simpatizantes del Frente Popular y a un joven judío, Moisés Cohen, acusado de comunista. Fue torturado durante varios días y murió, envenenado por el aceite de motor que le obligaron a ingerir.     
Antonio Granados Valdés fue testigo del traslado de grupos de Legionarios y de Regulares, tropa de origen moro, en aviones italianos, desde Ceuta a Sevilla. Granados vio cómo un barco alemán anclado en Ceuta, zarpó y desvió a una escuadra de barcos republicanos, dejando el paso libre para transportar a los mercenarios que combatieron a favor del general Francisco Franco Bahamonde y de los oficiales golpistas.
A Granados Valdés se le conmutó la pena de muerte por una condena de 30 años, fue trasladado a la andaluza cárcel de Puerto de Santa María en la provincia de Cádiz y de allí a la Colonia Penitenciaria de El Dueso en la provincia de Santander (Cantabria).
Su relato de las caminatas, del viaje en tren, sus vivencias en la prisión, el encuentro con otros prisioneros provenientes de otras cárceles, impregna gran parte de este libro en donde se respira el miedo, el hambre, la infamia a la que es sometido un preso político, nos cuenta Granados Valdés: “(…) a propósito de esta situación de hambre, fui testigo de algo que aún hoy, que han pasado 59 años desde entonces, me afecta. Pues cuando iba junto al funcionario al Pabellón 2, vimos ante la entrada a éste, a dos presos que rogaban a un funcionario en tono lastimero que por favor no les quitase la sucia rata muerta que contenía un envase de lata que tenían asido con las manos. El funcionario les llamaba salvajes e intentaba pegarles con su tolete para que arrojaran la rata al suelo, lo que hizo él, al darle un puntapié, y lata y rata cayeron al suelo embarrado (…)” (p. 159).
Durante la posguerra, después de seis años en la cárcel, salió en libertad en 1942. Se vio obligado a hacer el servicio militar en la Legión Extranjera en Tahuima, Marruecos español bajo régimen de Protectorado.
Al regresar a la península, se dedicó a trabajar como ilustrador de cerámica en Gijón (Asturias), en esta ciudad conoció a Tina Lagar su esposa y compañera, quien lo impulsó a seguir la carrera de pintor y quien también le apoyó económicamente mientras él cursaba sus estudios en Madrid.
Granados Valdés recibió una invitación del director general de Bellas Artes de Venezuela para exhibir sus pinturas. Así comenzó su periplo por estas tierras, en 1954.
En su segundo libro, ‘Autobiografía 2da parte: Mi vida en Caracas: 1955-1978’ (2004), nos relata ese período de su vida, fue un hombre de muchas amistades, y a ellas dedica gran parte de su libro, personalidades del mundo cultural de la época. A medida que fue relacionándose y conociendo a otros exiliados españoles y artistas locales, consiguió exponer en otras ciudades, y gracias a su relación con el escritor y dramaturgo, también exiliado español, José Antonio Rial, Granados fue contratado por el periódico caraqueño de distribución nacional ‘El Universal’ como dibujante.
El conocido artista Manuel de Val, otro republicano, le ayudó a conseguir un trabajo con sueldo en el Departamento de Estadísticas del Instituto Agrario Nacional (IAN). En el IAN conoció a muchos exiliados españoles, entre ellos al ingeniero Rojo, hijo del general Vicente Rojo.
Abell Vallmitjana, reconocido pintor y escultor catalán, lo presentó al rector de la Universidad Central de Venezuela para que Antonio Granados le reemplazara en su puesto de profesor de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Para entonces Granados ya había obtenido el reconocido premio de pintura ‘Arístides Rojas’.
Granados Valdés fue contratado y, al poco tiempo, le tocó vivir las protestas estudiantiles contra el régimen del dictador Marcos Pérez Jiménez. En varias oportunidades auxilió a estudiantes que habían sido heridos y su vida corrió peligro cuando su vehículo atravesó un incendio originado por los enfrentamientos entre estudiantes y policía.
Una vez restaurada la democracia en Venezuela, Antonio Granados Valdés intensificó su actividad en la organización civil antifranquista ‘Libertad para España’, dirigida por Eduardo Ortega y Gasset; abogado, periodista y político republicano de larga trayectoria, hermano del conocido filósofo. Tanto Eduardo Ortega y Gasset como Antonio Granados insistieron que la unión del pensamiento antifranquista era el objetivo común: “Lo que deseábamos no era una asociación de partidos, sino de un pensamiento antifranquista, sin tener en cuenta la ideología política de quienes se integren a la nueva organización...” (Granados, 2004, p.81).
A principios de los años 60, muchos republicanos españoles fueron detenidos e interrogados por la policía política del Gobierno del presidente Rómulo Betancourt. Antonio Granados había sido incluido en una lista negra en la que figuraban profesores universitarios y supuestos colaboradores de la guerrilla. Durante el interrogatorio Granados Valdés le expresó al inspector: “(…) que en Venezuela me ocupaba sólo de impartir conocimientos artísticos y culturales, sin inmiscuirme en las cuestiones políticas (…) Y le volví a repetir que esa mañana, en la que según él hubo algarada en la Ciudad Universitaria, yo no me hallaba en ella, sino en mi otro lugar de trabajo en el Instituto Agrario Nacional como él podía comprobar.” (Granados, 2004, p.122).
Dedicado por completo a la docencia, a la crítica de arte, a sus dibujos, Granados Valdés fundó en 1961 la revista ‘Punto’, una publicación sobre arquitectura y artes plásticas. Granados en persona y su esposa, contrataron la publicidad para la revista. Se encargaron de su redacción, diseño, y distribución. El arquitecto Carlos Raúl Villanueva publicó varios artículos en la revista.
Antes de partir para España en 1978, la Universidad Central de Venezuela le concedió a Antonio Granados Valdés la Medalla y Diploma de la Orden Doctor José María Vargas.
En la actualidad sus recursos económicos provienen de su pensión de profesor, que administra rigurosamente, y que cobra gracias a las gestiones de su amiga, la también republicana María Luisa Canals.
La muerte de su esposa Tina en 1994, después de una larga enfermedad, le causó una gran tristeza. Granados rememora aquellos tiempos, y nos dice: “Durante cuatro días pinté y lloré. Recordaba mi vida junta a ella. Mi dolor fue sanando y me dispuse a regresar a la vida. Hoy tengo una nueva compañera espiritual”. Y termina diciendo: “Las mujeres han sido las mejores amigas en mi vida”.
Antonio Granados Valdés, en el 2012, continúa participando en las tertulias del gran Café Gijón. A diario, a pesar del deterioro de su vista, cruza las calles y toma el autobús para dirigirse al Paseo de Recoletos, donde se reúne todas las tardes con otros artistas. Sin duda, uno de los motivos de su larga y apasionada vida.