En el acto de conmemoración, definió la escultura como “sobrecogedora”

La alcaldesa de Gijón elogia el “expresionismo sin patetismo” de la ‘Madre del emigrante’, que cumple 50 años

La alcaldesa de Gijón, Ana González, ha elogiado este viernes el “expresionismo sin patetismo” logrado por el escultor Ramón Muriendas en el monumento a la ‘Madre del emigrante’. En el acto de conmemoración de su 50º aniversario, Ana González ha dicho que la “sobrecogedora” escultura de una mujer con el gesto desencajado por el dolor de ver partir a sus hijos en busca de mejores destinos en ultramar “es profundamente emblemática”.

La alcaldesa de Gijón elogia el “expresionismo sin patetismo” de la ‘Madre del emigrante’, que cumple 50 años
La LLoca
La ‘Madre del emigrante’ lleva 50 años en la zona este de la bahía de San Lorenzo.

La alcaldesa de Gijón, Ana González, ha elogiado este viernes el “expresionismo sin patetismo” logrado por el escultor Ramón Muriendas en el monumento a la ‘Madre del emigrante’, instalada hace 50 años en la zona este de la bahía de San Lorenzo.

En el acto de conmemoración de su 50º aniversario, Ana González ha dicho que la “sobrecogedora” escultura de una mujer con el gesto desencajado por el dolor de ver partir a sus hijos en busca de mejores destinos en ultramar “es profundamente emblemática”.

Muriendas ha sabido plasmar el “aspecto más conmovedor y humano de un capítulo sustancial en la historia de Gijón y de Asturias”, caracterizado por la emigración.

“Esta madonna doliente encarna a todas aquellas mujeres que se quedaron al cargo del campo, la ganadería, los mínimos de subsistencia, los lazos de la sangre y el cuidado, guardando Asturias y manteniéndola viva mientras sus seres amados encaraban lejos una experiencia durísima e incierta”.

Ha destacado además que la ‘Madre del emigrante’ “es también en su propia biografía, elocuente emblema de una parte consustancial del modo de ser y de hacer de los vecinos y vecinas de Gijón”.

La alcaldesa ha recordado que esta escultura, conocida popularmente como ‘la lloca’, probablemente por su gesto enajenado y sus cabellos agitados por el viento del mar, fue inicialmente rechazada por los vecinos, a tal punto que fue objeto de un atentado con explosivos.

Para Ana González, la historia de esta escultura representa el carácter de los gijoneses que “primero desconfían y rechazan, pero luego asimilan y hacen suyo con la misma pasión aquello que criticaron”.