Relatan su experiencia tras quedarse en los países de destino durante la pandemia

Los cooperantes andaluces regresan por primera vez a casa desde el inicio de la pandemia por Covid-19

Los cooperantes andaluces Raúl Muñoz Jiménez, Javier Serrano Puente, Esther Hernández Alonso y Pablo Domínguez Asencio han vuelto por primera vez a Andalucía desde que comenzó la alerta sanitaria por Covid-19. Todos decidieron quedarse en su país de destino cuando la pandemia se convirtió en una amenaza real para Europa y España.

Los cooperantes andaluces regresan por primera vez a casa desde el inicio de la pandemia por Covid-19
Cooperantes andaluces
Los cooperantes andaluces Raúl Muñoz Jiménez, Javier Serrano Puente, Esther Hernández Alonso y Pablo Domínguez Asencio.

Los cooperantes andaluces Raúl Muñoz Jiménez, Javier Serrano Puente, Esther Hernández Alonso y Pablo Domínguez Asencio han vuelto por primera vez a Andalucía desde que comenzó la alerta sanitaria por Covid-19. Todos decidieron quedarse en su país de destino cuando la pandemia se convirtió en una amenaza real para Europa y España. Aunque la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación, a través de la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AACID), y las embajadas de España en sus respectivos destinos les ofrecieron volver, optaron por permanecer en el terreno a pesar de la deficiente atención sanitaria de algunos de estos países.

En estos meses, estos profesionales han visto cómo a los problemas diarios de la ciudadanía de estos países y de las entidades que desarrollaban en ellos labores de cooperación, se han añadido los propios de una crisis sanitaria global. “Para continuar con el desarrollo de los proyectos que teníamos en marcha era necesario que siguiéramos haciendo nuestro trabajo y teníamos que desarrollarlo desde el país de destino”, señala Raúl Muñoz, que lleva ya 20 años trabajando con la AACID. Este licenciado en Arquitectura por la Universidad de Sevilla con posgrado en Cooperación Internacional ha permanecido todos estos meses de pandemia como cooperante en Managua, donde da cobertura a Nicaragua, Honduras, Costa Rica y Panamá.

“Trabajamos en contextos en los que la crisis es permanente. Se trata de países en los que ya existe una crisis alimentaria, sanitaria y política y, a éstas, se ha sumado la de la pandemia. Decidimos quedarnos para acompañar y respaldar el esfuerzo de adaptación que se estaba haciendo desde la Agencia y la cooperación andaluza para que los proyectos que estaban en marcha continuaran desarrollándose y se adaptaran a la nueva situación, evitando su paralización”, concluye.

Javier Serrano, que desarrolla su labor en la zona de Centroamérica formada por Guatemala, El Salvador y el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y cuenta con una experiencia de 11 años con la Agencia de Cooperación y 17 años en Centroamérica, destaca que “cuando se produce una crisis en estos países, hay un protocolo de emergencia que se activa rápidamente y pone en funcionamiento a todas las entidades y cooperantes que estamos en la zona. Enseguida, nos unimos todas las entidades para dar apoyo a los gobiernos locales y ayudarles con una respuesta coordinada. Quedarnos era fundamental”. Javier es licenciado en Sociología, experto en evaluación de políticas públicas y especialista universitario en intervenciones de cooperación para el desarrollo.

“Desde la oficina técnica de la Cooperación Española en Nicaragua, cubrimos un territorio amplio. Hasta ahora, la fórmula de trabajo pasaba por desplazarnos a los distintos países y zonas en los que desarrollamos proyectos. Con la pandemia, todo eso ha cambiado: nos hemos adaptado y hemos conseguido dar un salto cualitativo de futuro poniendo en marcha herramientas digitales como las reuniones virtuales, algo impensable hace unos meses¡”, señala Raúl Muñoz por su parte.

Situaciones extraordinarias

Además de la necesaria adaptación del trabajo diario, el personal destinado en el exterior ha tenido que hacer frente a situaciones extraordinarias. Es el caso de Pablo Domínguez, que trabaja en Senegal. Natural de Cádiz, Pablo lleva cuatro años trabajando con la AACID y tuvo que colaborar en la repatriación de dos cooperantes voluntarias de la Universidad de Huelva desde este país africano. También el de Esther Hernández, destinada en Mozambique, que colaboró con la Embajada española en este país para montar una red de localización y comunicación por mensajería instantánea con todos los españoles que se encontraban allí. Tanto Pablo (licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Granada y especialista universitario en Inmigración) como Esther (Licenciada en Economía por la Universidad San Pablo CEU y máster en Microfinanzas para el Desarrollo), valoran su vuelta a casa en las actuales circunstancias, pero destacan la importancia del trabajo que quedar por hacer en sus regiones de trabajo.

Los efectos de la pandemia en los países de destino

“En los países en los que trabajamos, la pandemia no ha sido solo sanitaria, sino que ha traído consigo una crisis económica derivada de las medidas de seguridad y restricciones que han afectado directamente al sistema de subsistencia. No poder salir a trabajar porque hay que quedarse en casa significa, para millones de personas, que ese día no comen. En Mozambique, por ejemplo, el 88% de la población vive de la economía informal”, apunta Esther Hernández, que trabaja desde la oficina de la Cooperación Española en Maputo. Esta almeriense tiene experiencia de 10 años con la Agencia de Cooperación.

Los efectos de la pandemia, en estos países en desarrollo, son claramente diferentes. En el caso de Senegal, desde donde trabaja Pablo Domínguez, la población mayor de 70 años es un sector pequeño frente a los países europeos, que es un grupo amplio de riesgo. “El 60% de la población del oeste de África tiene menos de 25 años: la media de edad de Senegal es de 19 años”, señala. De hecho, en estos países, la peor parte de la crisis no está vinculada tanto a la tasa de mortalidad del virus (en Senegal es de 2 muertes por cada 100.000 habitantes mientras en España es de 104 decesos por cada 100.000 según la OMS) como al desarrollo económico y la crisis alimentaria, consecuencias del parón mundial de la economía, que afecta de manera directa a una población que vive al día y, de forma grave, a países que importan gran parte de los alimentos que consumen a diario como el arroz y otros cereales.

“Lo que estamos viviendo en Europa como una situación excepcional es un continuo estado de crisis en muchas partes del mundo. De hecho, no deja de ser paradójico que cuando en Guatemala nos llegaron noticias de lo mal que lo estábamos pasando en España y Andalucía, muchas personas se acercaron a los cooperantes para interesarse por nuestras familias, para animarnos y prestarnos toda la ayuda necesaria. Nos decían que querían devolver a Andalucía toda la solidaridad que les hemos demostrado todos estos años”, señala Javier Serrano.